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Todo comienza con el sueño de alguien - Larry Niven

sábado, 28 de abril de 2012

Un mar de dudas se aproxima.

Las metas son difíciles de conseguir, pero una vez que la tocas con tus dedos ¿por qué parar? ¿por qué no seguir? El miedo nos inunde en la más tenebrosa incertidumbre, nos asustamos, queremos volar pero nuestras alas no llegan a tocar el cielo. La oscuridad se hace más extensa y pronto nos ahogamos en nuestros propios recuerdos de lo que fue y no podrá seguir siendo. Queremos sentirnos fuertes, valientes y sin embargo no nos damos cuenta de que el miedo danza al rededor nuestra.

Marina quitó el tocadiscos donde canciones de los años sesenta circulaban emitiendo una melodía casi irresistible. No podía dejar de pensar en Andrea, toda una vida por delante y parecía que la vida no quería estar con ella. La esperanza no estaba de su lado, aunque es cierto lo que dicen, mientras hay vida hay esperanza.
Se sentó junto a David que la esperaba con los brazos abiertos en el sillón.
Como siempre, su melena rubia se alborotaba por el aire procedente de una ventana abierta.
-Me da tanta pena, es como si dieses un chasquido y toda tu vida se cayese por un precipicio.
-Cielo, la enfermedad es algo natural que convive con nosotros, sabes que al igual que esa chica miles como ella en todo el mundo están en la misma situación. Tan solo tienes que ser fuerte.
-Pero tu no lo entiendes, sé que hay miles como ella,si embargo yo solo conozco a una.
David hizo una mueca en señal de desconcierto,no sabía que más decir para consolar a su novia.
-Allí es diferente, todo gira en torno a la vida y a la importancia de ella. Niños niñas con una juventud por delante luchan por sobrevivir y disfrutar un poco el tiempo que les queda.
-Bueno, no solo se lucha ahí dentro, aquí, en el mundo también se lucha.No tienes que irte más lejos, yo mismo lucho.-Dio una carcajada y le acarició la mejilla.
-Porque tus ingresos suban ¿no?
No sabía que más decir, aquello le había dolido. Era verdad que en el mundo se luchaba dándolo todo, incluso la propia vida. Había gente que luchaba por un trozo de pan aunque fuese pasado y majado. Otros luchaban por la paz y por la igualdad de los derechos. Las personas como él solo luchaban por verse cada día mas poderosos delante del espejo, o al menos eso era lo que le acababa de demostrar.
Enfadada se incorporó, cogió su bolso que estaba colgado en el perchero de la habitación de David y salió. Cruzó la puerta principal de la casa de los Lara, una prestigiosa familia que se había dedicado siempre a la política.
Sin decir adiós se marchó creando un túnel de incertidumbre entre ella y David.
Pero no todo se había acabado, todavía no.

Oía a su padre gritar dos calles más atrás de done vivía. Sin duda España jugaba la Euro copa.  ¡Gol! pudo gritar cuando llegó al umbral de su puerta y oyó otro grito, esta vez de su hermano. No le dio tiempo a incrustar la llave en la cerradura, pues cuando las estaba sacando de su bolso la puerta se abrió y vio a su hermano detrás de ella con cara de felicidad.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó.
-Jorge, vivo aquí.
Rió y abrió más la puerta para que pasase.El salón estaba repleto de almohadas tiradas al suelo y platos esparcidos por las mesas. Unos contenían palomitas, otros sandwiches, doritos y como no, en el centro de la mesa de cristal  que había delante del sofá, pizza.
-¿Mamá ha visto este desastre?-Fue lo único que pudo decir al ver todo el desorden que había.
-Mamá no está, se ha tenido que quedar en la radio, trabajará hasta tarde.-Respondió su padre.
-Pues no sabéis la suerte que tenéis porque si llega a estar aquí yo que vosotros preferiría estar muerta.
Padre e hijo rieron al unisono mirándose mutuamente.
Se sentó en el sillón que había libre frente a la televisión y cogió un puñado de palomitas.
-¿Qué tal van?
-¡ESPECTACULARES!-Gritó su hermano.-2-0, ganamos.
-Vaya,que guay.-No supo que decir, el deporte era más de chicos mientras que la música la compartía con su padre, las películas, especialmente de miedo, con su hermano y libros y autores con su madre.
-Chicos, creo que me voy a dormir estoy muy cansada, ha sido un día muy duro.
-Claro, hasta mañana cielo.
-Hasta mañana.
-Yo que vosotros recogería esto un poco, de lo contrario os pillará el toro y mamá se encontrará cajas de pizzas escondidas en el armario de enfrente.
-¿¡Como sabes dónde escondemos...!? Es igual,hasta mañana cariño, que descanses.
Asintió. Les caería una buena, lo veía venir.
Subió hasta su habitación y se puso el pijama. Se arropó un poco cerró los ojos.Pensaba en todo lo que había hecho ese día: Estar con los niños, comer en el hospital, estudiar un poco, volver a jugar con los niños y por último visitar a David.
David.
Su mente se trasladó a aquel chico de ojos negros, rubio y piel clara. Todo indicaba que era su media naranja, pertenecía a una clase social alta al igual que ella, estudiaba una carrera, era simpático, agradable,guapo...Pero estúpido y egocéntrico. En muchas ocasiones había escuchado comentarios racistas hacia personas de otra cultura, salir por su boca. Estaba caro que no era así siempre, pero en ese momento no sabía que pensar. A lo mejor era hora de darse un tiempo.
Se sumergió en un mar de dudas,oscuro que nublaba su mente.Al fin podía descansar.

miércoles, 25 de abril de 2012

Otro prototipo más de niña de papá.

-Si sueñas, sueña bien.-Dijo Cristina mientras se recostaba en el asiento del copiloto.
-Cierra el pico. David me comprará el anillo para nuestro aniversario.-Rechistó Marina mientras seguía con los ojos fijos en la carretera.
Cristina reía, cada vez más fuerte. Sus carcajadas empezaban a molestarle.
-Cielo, el anillo que tu quieres vale más de cien euros. No creo que tu ''noviete'' sea tan rico como para permitirse ese dineral.
-Primero, no es mi noviete. Y segundo, ¿que pasa si es rico? ¿tienes algún problema con ellos?
El silencio reinó en el coche. Marina conducía, cada vez más nerviosa. Por fin llegaron a un semáforo en rojo y pudo descansar.
-Pues si, la verdad. Tiene mucho dinero y mientras, la gente se muere de hambre en países pobres.
Cristina se cruzó de brazos y giró la cabeza esquivando su mirada.
-David no es así. Ni siquiera lo conoces.
Cristina se mordió el labio inferior.
-Sé que no todos son iguales, o al menos empiezan siendo buenas personas, pero al final la avaricia y todo el dinero por el que según ellos ''luchan'' les acaba haciendo iguales.
Marina sabía que en el fondo tenía razón, el dinero siempre acababa poseyendo a las personas y toda la humanidad que podía existir en ellas se perdía por completo en la mayoría de los casos. Pero David no era como otros ricos del montón, al menos no para ella.
El semáforo se puso en verde y siguió conduciendo.
-Ya estamos llegando.-Dijo mientras tomaba una curva a la izquierda para ir hacia los aparcamientos del hospital.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
Ella asintió poco convencida.
-¿Por qué te apuntaste para ser animadora hospitalaria?
Se quedó pensativa unos instantes.
-Supongo que porque me encanta ver a los niños disfrutar. Aunque estén enfermos, creo que se merecen ser felices.
 El silencio volvió a reinar cuando Marina encontró un aparcamiento. Aparcó tal y como le habían enseñado en la autoescuela y salió del coche.Cristina salió después.
-¿Por qué me lo has preguntado?
-No eres el tipo de persona que haría esto.
Abrió los ojos de par en par, ¿le había dicho lo que ella pensaba?
-¿Por qué dices eso?
-Bueno, está claro que eres uno de los prototipos más de niña de papá.
A Marina le cabreó bastante así que pasó completamente de su comentario y entró en el hospital dirigiéndose a  la sala de juegos. Antes, saludó a una de las recepcionistas jóvenes que ocupaban la entrada del hospital.
Cristina la llamó mil veces pero ella se hizo oídos sordos. Al fin y al cabo no sabía que hacía hablando con un prototipo más de niña de papá.
Al entrar todos los niños le dieron la bienvenida. Las madres salieron fuera dejándolas al cargo.
Primero jugaron a la gallinita ciega. Al principio, le tocó a Cristina, después a uno de los niños mayores, Alfonso.
Jugaron a uno de los juegos de mesa que ocupaban la estantería.
Mientras jugaban Marina la vio de nuevo. Andrea, leyendo como siempre al lado de la ventana. Entonces recordó que le había traído algo. Sacó un libro de su bolso y fue hacia ella.
-¡Hola!.-Le saludó.
-Otra vez tú.
Rió e ignoró su comentario.
-¿Cómo vas con el libro?
Andrea le enseñó el libro alzándolo.
-Último capítulo.
-¡Genial! Porque te he traído un regalo.
Le enseñó el libro y lo colocó en sus manos. Andrea abrió la boca en forma de O.
-¿Estudio en escarlata?
-Si, me dijiste que no te lo habías leído y, en fin, ¿te gusta?
-¿Para mí?
-Pues claro, yo me lo leí hace tiempo, ya no lo voy a volver a leer. Para ti.
Andrea se quedó confusa.
-¿Por qué haces esto?
-Me caes bien, y además este es mi favorito, te va a gustar.
Marina le sonrió y de repente oyó la voz de Cristina llamándola. Esta vez no la ignoró.
Se giró y vio como le hacía una serie de señales.
Entonces lo comprendió, había pasado el tiempo y ya era hora de irse.
Se despidió de todos, en especial de Andrea y le confortó ver como sujetaba el libro entre sus manos, protegiéndolo. En realidad, aunque no lo transmitiese, le hacía feliz esa clase de regalos.

viernes, 20 de abril de 2012

Mañana también será otro día.

Marina siempre pensó que su mundo era perfecto, su familia era fantástica, sacaba buenas notas, tenía dinero, era solidaria, un novio guapo, una vida planificada...
Pero si se paraba a pensar no todo era perfecto. Siempre había soñado con un mundo sin fronteras, sin banderas, sin razas ni religiones que los enfrentase. Un mundo sin enfermedades ni muertes. Lamentablemente ella sola no podía erradicar la pobreza en el mundo ni inventar una cura para el cáncer. Pero si podía poner su granito de arena y eso era justo lo que estaba haciendo.
Animar a personas enfermas.
Se sentó en uno de los bancos que rodeaba el porche de su casa y reflexionó un poco sobre la vida
-¡Marina!-Oyó desde la puerta de entrada.
Marina abrió los ojos y vio a su madre asomada. Se levantó y corrió hacia ella. Tenía ganas de darle un abrazo pero no lo hizo. Prefirió retener la felicidad en su interior.
-¿Qué tal ha ido tu primer día?
La miró a los ojos y sostuvo la mirada. Los ojos le brillaban y transmitían felicidad.
-¡GENIAL!-Gritó a los cuatro vientos.-Hemos jugado y he conocido a una chica, que en realidad es maja, pero no lo demuestra para nada.Le encanta leer.
-Vaya, tu media naranja.
-Esther Gómez, no tiene gracia.
Su madre rió y le besó la frente.
-Para ti soy mamá.-Dijo antes de entrar.

Quiso dar un paseo antes de comer. Así lo hizo. Paseó por las antiguas calles de una Granada musulmanas. Su ciudad natal.
Cuando llegó, el atardecer se alzaba sobre su casa. Un chalet con piscina y 500 metros de parcela
Al entrar en su casa, el olor a pizza choco en su rostro. Colgó su bolso en el perchero y abrió las ventana, hacia calor.
Entró en el salón y vio a Jorge, su hermano, sentado en el sofá , con la mirada clavada en la televisión.
-¿Qué haces?-Preguntó.
-Ver una película.¿Recuerdas? Es viernes, viernes de películas.-Se miraron mutuamente durante unos segundos. Marina no sabía muy bien de que hablaba.-Tú y yo solos, mamá y papa, cena de los viernes. ¿Lo vas pillando?
Marina cayó en la cuenta de que había olvidado por completo la cita que tenía con su hermano todos los viernes. Sus padres se iban a cenar y ellos pedían una pizza y se la comían mientras veían películas normalmente de terror.
Se tocó la frente en señal de cansancio. Jorge seguía mirándola. La película estaba en pausa.
-Es verdad, lo siento. Se me ha pasado. ¿Cuánto le queda por terminar?
-Cinco minutos.
Lo sintió de verdad. Sabía que a su hermano le encantaban esas noches en los que los dos reían y se morían de miedo juntos.
Jorge tenía cuatro años menos que ella. Le había acompañado en todos sus amores y desamores. Peleas y amistades. Era su mejor amigo.
Jorge sabía todos los secretos de su hermana. Marina sabía todos los de Jorge.
-No importa. Podemos ver otra, la noche es larga.-Sonrió y dio una palmada en el sofá para que se sentase junto a él.
-Claro, pero, ¿sabes qué?, mejor vemos una serie.Mañana tengo que madrugar.
Su hermano suspiró.
-Está bien, está bien. Como quieras.¿Qué tal te ha ido hoy?
Corrió hasta el sofá antes de que su hermano hubiera hecho la pregunta completa. Emocionada le dio una pequeña palmadita en la espalda.
-Aquello es otro mundo. Los niños disfrutan y algunos ya no tienen cura...-Hizo una mueca con la boca, estaba triste.
-Lo importante es que tú le haces sonreír. Morir con una sonrisa en el rostro es una buena forma de morir.
-Tonto, no digas esas cosas. Disfrutaron y pienso hacerle disfrutar hasta el último momento. Para eso soy animadora.
Jorge soltó una risa.
-¿Y te vistes de payaso?
-Déjame en paz.
Marina se levantó y subió a su habitación. Allí se colocó el pijama, los auriculares y se acostó. Los últimos recuerdos en los que pensó fue la conversación con Andrea. Era una joven muy peculiar.
Acabarían siendo buenas amigas, se dijo y se sumergió en el sonido y en un profundo sueño.
Mañana sería otro día.






jueves, 19 de abril de 2012

El primer día.

''Cuando crees en algo, luchas por ello. Nunca es fácil y si lo resulta, entonces es que no has creído de verdad en ello. Todo lo que hay en la vida es sufrido, basta con que te preocupes un poco y confíes.''
Marina recordó las palabras que su padre le había dicho después de enterarse que su hija sería animadora hospitalaria. Cuando abrió los ojos se encontró el hospital en frente suya. Cristina, su compañera a la que acababa de conocer y con la que acababa de congeniar durante el trayecto le acarició el brazo haciéndole señas con la cabeza para que entrase.
Nunca había conocido a una persona tan entusiasta como ella. Era una joven muy atractiva, pelo largo, rubio y rizado, ojos grises, alta, piel clara.
Pero sin duda, lo que más le gustaba de ella era su sentido del humor.
Cruzaron las puertas acristaladas y se adentraron en aquel inmenso hospital que se había convertido en el hogar de muchas personas.
Con toda la valentía cogida en sus pulmones fue hasta recepción.
-Perdone, somos las nuevas animadoras. ¿Nos puede decir dónde está la sala a la que tenemos que ir?
La recepcionista miró sobre sus cuadradas gafas y las estudió de arriba a abajo.
-Claro, la tercera planta. A partir de ahí no os perderéis, creerme.
Asintieron dándole las gracias después y cogieron el ascensor. Cuando les dejó en la tercera planta se dieron cuenta de por qué la recepcionista había dicho que no se perderían. Los gritos se oían por toda la planta. Caminaron guiándose por las risas de los niños. Hasta que al fin llegaron a una puerta grande y acristalada. En ella había un cartel que anunciaba la sala de juegos para niños.
Cristina entró primero y Marina oyó como los gritos se apagaron y el silencio reinaba seguramente por primera vez en varios meses en aquella planta
Entró con disimulo pero eso era casi imposible. Notó todas las miradas de niños inocentes clavadas en ella. O mejor dicho en ellas.
Una madre se acercó hasta Cristina y le preguntó algo en voz baja.
-Somos las animadoras.-Contestó esta.
Las madres asintieron a la vez y se marcharon de la habitación dejándolas al mando.
Cristina la miró de reojo para que dijese algo.
-Buenos días, somos las nuevas animadoras del centro. Ella es Cristina y yo soy Marina.
-Me gusta tu nombre.-Le dijo una niña que jugaba en uno de los ordenadores.
-Gracias.-Contestó y le sonrió.
Cristina, contenta por la presentación dio una palmada para que la escuchasen a ella.
-Bueno, yo he pensado que el primer juego que podemos hacer es el de el escondite. ¿Os parece bien?
Los niños dijeron que sí al unísono y todos se levantaron para ir con ellas. Empezaron a contar, esta vez era Cristina quien contaba. Marina ayudó a los más pequeños a esconderse, se escondió con ellos e incluso le chivó algunos escondites a su compañera para que el juego se hiciese mas ameno. Otras veces le tocaba a ella contar, aunque esta vez no había nadie que le ayudase a encontrar a los niños.
Cuando hubo encontrado a algunos y se hubo librado de volver a contar vio a una chica sentada en el umbral un ventanal grande que había al fondo de la habitación.
Le hizo un gesto a Cristina para que continuase con el juego. Mientras, ella se acercó hasta la joven de pelo oscuro que leía.
-Hola.-Le saludó.
Al principio no contestó, pero después pudo ver como la joven apartaba la vista del libro y la observaba.
-Hola.-Contestó.
-¿Qué lees?
-Una novela de Arthur Conan Doyle.
-¿Sherlock Holmes?
La joven enarcó la ceja derecha y miró fijamente a Marina.
-Sí.
-¿Te los has leído todos?
Negó con la cabeza y siguió sumergida en la novela.
-¿Es la primera novela que te lees?
La joven morena le miró extrañada y asustada.
-He leído más novelas en mi vida, no es el primer libro con más de 5 páginas que cojo.
Marina rió sabiendo que había malinterpretado su pregunta.
-Lo sé, me refiero a que si es el primer libro de Arthur Conan Doyle que lees.
-Sabía a lo que te referías y sí, es el primero.
-Verás como te gustan.-Le sonrió.-¿Como te llamas?
-Andrea.-Respondió sin apartar la vista del libro.-Y tengo catorce años.-Cerró el libro dejando el marca páginas dentro y la miró.-Así te ahorro preguntas.
-Encantada.Yo soy Marina y tengo dieciocho años.Estudio Enfermería, es mi primer año y soy la nueva animadora. Me encanta leer, al parecer igual que a ti y soy de Madrid.
Andrea la observó extrañada, como si fuesen muchas respuestas las que había soltado.
-A si te ahorro las preguntas.-Señaló Marina y sonrió.
-¿Por qué haces enfermería?
-Bueno, supongo que me gusta cuidar de las personas que lo necesitan y los enfermos lo necesitan.¿No crees?
Andrea rechistó con los labios e hizo una mueca.
-Yo estoy enferma y no necesito a nadie que me cuide ni que venga a jugar conmigo. Como puedes ver, con un libro me apaño.
Marina rió de nuevo, esta vez con más intensidad.
-¿Juegas?
-No.
-Como quieras. Si te entran ganas ya sabes que serás bienvenida.
-Eso me lo suponía.
Marina se levantó y fue directa hasta donde Cristina seguía jugando con los niños, esta vez al pañuelo.
-Por cierto, ¿tienes más libros de Arthur?
-No.-Respondió como siempre, sin apartar la vista de la página.
Marina asintió.
-¿Por qué?
Marina ignoró la pregunta y volvió con su compañera. Sería una experiencia muy larga, pensó.




Prólogo.

Ella sabía que iba a ser duro además de divertido. Pero no que sufriría tanto.
El atardecer se iba escondiendo y la noche pronto decoraría la sala de juegos del hospital. Lo niños iban desapareciendo hasta que Marina y Cristina, su compañera, se quedaron solas.
Marina miró a su compañera con un halo de tristeza en los ojos. Cristina sabía lo que estaba pensando, esa tarde había sido triste y solitaria. Todas las esperanzas habían acabado para Marina, todas salvo una.
Cristina cogió a su mejor amiga de la mano y  le sonrió.
Marina pudo entender que aún quedaba una pequeñas esperanza enterrada en las sonrisas de todos aquellos niños.
Una lágrima se deslizó por su rostro. Quería tener la misma esperanza, pero no podía.
Se agachó y recogió una pequeña figura en forma de delfín que había tirada en el suelo. Cristina se acercó para ver lo que era. Las dos mantuvieron su mirada fija en aquel objeto a simple vista insignificante. Las lágrimas esta vez, mas abundantes, caían con fuerza.
Entonces sintió que la esperanza volvía a su corazón. Apretó con fuerza la figura y se secó las lágrimas. La vida tal y como era en realidad acababa de empezar para ella.


Resumen

Marina, a sus dieciocho años ya sabe todo lo que va a hacer en la vida, seguirá con el voluntariado animando a los niños hospitalizados, estudiará enfermería, seguirá con David, su novio desde los quince años, vivirá en Barcelona, su ciudad favorita, y ayudará a las personas utilizando todo lo que ha aprendido a lo largo de la vida. En su etapa de animadora hospitalaria conocerá a Marcos, un chico que cree en lo que hace y que da su vida por ello sin importarle todo lo demás. Marina cree que todo es fácil, pero se dará cuenta de que la vida es una batalla continua, sobre todo para Andrea, la joven de catorce años que ha conocido en el hospital y que le enseñará que hay que luchar por todo, incluso por las cosas mas insignificantes y que hay que aprovechar al máximo la vida viviendo el presente y no planeando el futuro.